La personalidad es todo aquello que nos configura y hace
referencia al conjunto de rasgos distintivos de cada individuo.
En definitiva es la manera por la cual nos expresamos, como
pensamos, actuamos y sentimos, así que dependiendo de cómo somos, así
actuaremos en diversas situaciones que vivimos.
La formación de nuestra
personalidad está formada por todas las experiencias que hemos acumulado a lo
largo de nuestra existencia, por ello es muy importante que seamos muy
conscientes de cómo somos para poder ir transformando todas aquellas partes de
nosotros mismos que de alguna forma son las que nos hacen sufrir sin necesidad.
Algunos roles de la personalidad conflictiva:
He seleccionado
algunos papeles que normalmente representamos en nuestra vida , sin
darnos cuenta de lo que realmente representan y lo que aportan a las
vivencias, son papeles desde la inconsciencia.
Siempre
hacemos de todo lo que nos pasa un problema. Y sí no tememos suficiente
con lo propio, hacemos nuestro lo de los demás. La cuestión es
cargarnos con todo lo que nos rodea, lo nuestro, lo de los hijos ,lo de
los amigos, vecinos, conocidos y sí podemos con todo lo que salga por
los telediarios y programas de cotilleo, o sea, vivir con pena por todo y
con todo. .
Empezamos por preocuparnos, que, como la propia palabra
indica, es ocuparnos antes de, en vez de arreglar los problemas cuando
estos surgen, que a lo mejor ni surgen, pero que anticipadamente ya nos
atormentan.
No nos damos tregua a nosotros mismos, somos nuestro propio enemigo.
Vivimos
obsesionados con controlarlo todo, imponemos reglas y normas a nosotros
mismos y a los demás, todo lo queremos hacer subjetivamente, lo que
conlleva vivir en verdadera angustia y intranquilidad.
Pero
hay quien va más allá, por sí esto no fuera suficiente, hace de los
problemas un verdadero sufrimiento, su modo de vida, se recrea en el
dolor, en el real y en el que se inventa y imagina. Su papel de mártir
le da un sentido a su vida, se siente un ser único por aguantar tanto
sufrimiento, porque para él nadie sufre más y por eso siente una enorme
pena y compasión por sí mismo.
Sus
dolencias son un martirio que cuenta con gusto y detalle, y algunas
incluso toman dimensiones verdaderamente descomunales para que así sean
el centro de atención y impresionen a quien se las cuenta.
El
mártir hace de la vida de sus allegados la suya propia para poder
recrearse en el dolor que estas, supuestamente, le provocan y poder
contar el cuan sufridor es por ser quien es, porque necesita que lo vean
como un verdadero abnegado. Vive en un mundo de amargura en el cual
sufre injurias, maltrato, es rechazado, criticado, olvidado,
infravalorado, etc, etc.
En
desesperado sufrimiento, parece que pide incesantemente ayuda a los
demás cuando les cuenta su vida y lo desesperado que esta para encontrar
la solución, pero su ego solo le deja escuchar su propia voz,
rechazando cualquier tipo de ayuda externa, porque con ello perdería el
contacto con la fuente que lo alimenta.
El ego aísla su mente, asiéndole vivir inconscientemente en un mundo imaginario donde es la victima de todo y todos.
Su
verdadero dolor realmente proviene de su obsesión por controlar todo
lo que pueda abarcar, el mártir es simplemente un ególatra, que
manipula la vida de quien esté a su alrededor, imponiéndole su propia
voluntad, y cuando no lo consigue sufre y le crea revuelta contra la
vida.
“
Que podemos hacer sí la vida es así” esta es la típica frase de falsa
aceptación del mártir. Cuando la expresa intenta convencerse a sí mismo y
a los demás que acepta la injusticia del mundo en que vive como un acto
más de su sufrimiento de incomprendido.
La vida no es así, somos nosotros que la hacemos así.
LA CRITICA
Uno
de los comportamientos del ego es la crítica hacia lo que nos rodea,
sobre todo en nuestras relaciones con los demás, principalmente con los
que son más allegados como la familia, amigos, compañeros de trabajo
etc.
Esa
forma de comportamiento nos lleva a estar constantemente evaluando la
conducta de “los otros”. Al hacerlo camuflamos nuestras propias
debilidades y aquello que criticamos es lo que más debemos tener en
cuenta en nosotros mismos.
La
mayoría de las veces criticamos no realmente por lo que el otro hace en
realidad, si no que un determinado comportamiento que vemos en el otro
lo juzgamos bajo nuestro punto de vista, esto quiere decir que, eso que
estamos observando nos hace recordar una situación parecida que
nosotros hemos protagonizado y la intención que teníamos entonces nos
sirve de patrón para determinar lo que el otro hace, sin pararnos para
darnos cuenta que no todos actuamos bajo las mismas influencias de
conducta.
En
ese momento esa conducta simplemente nos esta indicando un reflejo de
nosotros mismos proyectado por la otra persona, para que
seamos conscientes de ello. ¿Qué derecho tenemos de juzgar a nuestros
semejantes? Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
Siempre
tendemos a pensar que lo que nosotros creemos y pensamos es lo correcto
sin tener condescendencia con la opinión ajena que, por qué no, también
es tan válida como la nuestra. Pero bastaría que nos paráramos a vernos
y a oírnos en ese momento para darnos cuenta de que acción ridícula
hacemos, al criticar, porque es algo estéril, no hay ningún beneficio
lógico , ni para el criticado ni para el criticador. Simplemente damos
rienda a nuestra propia vanidad.
Si
nos damos cuenta, esta forma de comportamiento nunca te da realmente
una verdadera satisfacción, el ego siempre quiere más, nada le llena y
se vuelve un circulo vicioso.
Hay
personas que hacen de la crítica un rasgo de su personalidad, sin ella
tienen falta de algo que les llene su vida, esa forma de hacer les da
sensación de fortaleza, de poder y superioridad sobre los demás, pero
pronto se dan cuenta que esa plenitud se desvanece cuando su objetivo de
crítica termina y de nuevo hay que buscar un nuevo motivo para rellenar
el vacío del ego .
Este tipo de energía tiene tendencia a buscar a
otros, que juntos puedan disfrutarla, generando una falsa sensación de
complicidad y afinidad entre ambos. Pero esa unión pronto se ve mellada
cuando alguno de los implicados renuncia a ese comportamiento.
Es ahí donde debemos empezar a aplicar la auto observación consciente.
LOS CELOS
Esta es una emoción que deriva del apego que generalmente tenemos sobre todo lo que creemos que es “nuestro”.
El
ser humano tiende a aferrarse al entorno que compone su vida y a
hacerlo “su posesión”, ya sea algo material o referente a personas.
La
sensación de perdida que deja el no tener control sobre esas mismas
“posesiones” generan los llamados celos.
Además hay que tener en cuenta,
que también, escondido detrás del apego, está una falta de seguridad en
uno mismo y una baja autoestima personal, aparte de complejos, traumas,
y costumbres heredadas de nuestras vivencias.
Esta
energía manipuladora, en el campo de las relaciones personales, genera
dolor tanto en quien la padece como a quien va dirigido. La falta de
confianza en uno mismo desemboca en una desconfianza hacia el otro,
causando un efecto espejo. Cuando eso sucede la mente se bloquea y vive
las imágenes que crea, causando una sensación de inestabilidad y
descontrol que hace el individuo actuar bajo su dominio.
Esta
emoción del animo provoca recelo irracional de que algo que se desea
sea alcanzado por otro. La baja autoestima del celoso le lleva a creer
irracionalmente que el otro siempre esta dispuesto a buscar alguien
mejor que el y que los demás siempre desean apoderarse de sus
pertenencias. Deja de ver al otro tal y como es para dotarle de
cualidades que en realidad quizás ni siquiera posee, que le hace
atractivo y deseado.
En
casos extremos y enfermizos su intención se centra en que el otro
pierda el control sobre su propia vida, dependa económica y
emocionalmente y incluso piense que no es nadie sin su protección, para
que su manipulación le de esa sensación de seguridad, poder y control.
Está tan ofuscado en su distorsionada percepción que no se da cuenta que
simplemente esta siendo manipulado por su propia mente atrapada por el
miedo.
Los
celos siempre supuestamente se justifican en el amor que esa persona
dice sentir hacia otra, o en que el otro actúa de forma prejudicial para
la convivencia, pero la realidad es solo un espejismo, porque el amor
es libertad, no sabe de condiciones y menos de dolor, cuanto a la
convivencia, si tu pareja tiene comportamientos con los cuales no estas
de acuerdo y si después de hablarlo no llegáis a un acuerdo entonces
simplemente es hora de plantearse dejar esa relación que a ti no te
llena.
Además
ese comportamiento de celos normalmente tiene un efecto contrario al
pretendido, suele causar en el otro el deseo de alejarse, de repulsa a
la energía que emana. Se trasforman los sentimientos, se pierde el
respeto mutuo, y se instala la desilusión, el miedo, el desamor y muchas
otras emociones que giran en torno de esa situación adversa.
Esta
actitud demuestra que todavía no hemos superado muchas de nuestras
actitudes más primitivas.
El peligro de estas emociones descontroladas
es que desembocan generalmente en violencia muchas veces con un final
fatalo por lo menos de dolor.
El ORGULLO
En
muchos casos esta palabra (el orgullo) se emplea con frecuencia en un
sentido que no es su verdadero significado, muchos de nosotros empleamos
el estar orgulloso de alguien o de algo y lo confundimos con la
alegría que sentimos por el logro de alguien, o el nuestro propio, por
ejemplo que un hijo logre algo, nos hace sentir alegría por su logro y
normalmente decimos estoy orgulloso, en vez de decir que sentimos
alegría por ello.
Eso
lleva a la confusión, si lo que pretendemos transmitir es nuestra
alegría, o por el contrario, nos sentimos superiores o pensamos que
nuestro hijo es superior por el mero hecho de haber conseguido algo que
pretendía.
Por eso hay que tener en cuenta que sentimiento
experimentamos y transmitimos cuando ocurre, el ser consciente de ello
nos hará reflexionar en cada momento de cuáles son nuestras intenciones,
ello nos ayudara a saber quien somos en ese momento y a poder transformar sentimientos, que nos permitan ser quien realmente queremos ser.
El
orgullo es una emoción malsana, te lleva a sentir superioridad en
relación a los demás, cuando en realidad nadie es más que nadie en
ningún sentido, aunque uno sea más inteligente que alguien, eso no
quiere decir que es superior a quien es menos inteligente, porque sin
embargo, ese alguien que es menos inteligente, puede superar en muchas
otras cosas al que es más inteligente.
Esto solo nos demuestra que este
sentimiento solo refleja un parte de nosotros mismos que se “atreve” a
clasificarse superior por un exaltado y equivocado sentido de estimación
de sí mismo, pero este mismo sentimiento que nos lleva a menospreciar
al otro para hacernos sentir más validos, en el fondo solo es un reflejo
de nuestra poca autoestima, es un reflejo de nuestra percepción de lo
poco que sentimos que valemos, quien tiene una alta autoestima no
necesita sentir que nadie sea menos o de sentirse más que nadie.
Un
claro ejemplo de orgullo lo tenemos en los conquistadores, cuando
llegaban a tierras desconocidas sentían orgullo de pensar que eran quien llegaban primero a aquel lugar, aunque sabemos
que su descubrimiento solo era el reflejo de su mentalidad, porque que
se sepa siempre había nativos en esos lugares con lo cual no era tal el
descubrimiento.
El
orgulloso cre tener siempre razón, pues no se permite el lujo de que
alguien sepa más que él, porque eso le haría perder el control de ser
más que alguien.
Jamás
pide perdón aunque en algún momento sepa que se ha equivocado, porque
eso sería asumir que se ha equivocado y su orgullo se vería herido al
tener que rebajarse.
Discute
y rebate cuestiones y aunque no tenga ni idea, nunca da el brazo a
torcer, eso sería como dar a entender que no sabe de ciertas cuestiones,
y de no tener razón sobre las mismas.
Siempre
piensa que todo el mundo debería ser como él, actuar de su misma
manera, pensar como él piensa, porque él es sin duda el más conocedor de
la verdad, la rectitud y de la razón.
El
perdón no es un sentimiento que experimente, porque siempre se siente
ofendido, y por ello agraviado en su orgullo personal, comprender al
próximo, es algo que desconoce, perdona solo si se siente, completamente
restablecido en su ofensa y aun así, la mayoría de veces lo hace para
luego jactarse, de lo bueno que es por hacerlo y recibir halagos, eso
le hace sentir superior en relación al otro.
Normalmente
nunca escucha, solo se oye a sí mismo, lo que el otro le diga no es
importante para él, porque su versión del asunto ya la tiene
preestablecida de antemano y nada ni nadie le hace cambiar de opinión,
porque eso le daría inseguridad en sus propios razonamientos, al oír su
propia voz por encima de la del otro, le da la sensación de convencer al
contrario de que sus argumentos son los validos, en ese momento de
ofuscación, su razonamiento le impide comprender que quizá el otro
no por eso dejara de tener razón, y que en definitiva solo se miente y
engaña a sí mismo.
Este auto engaño sirve para que en ese momento no sienta dolor al tener
que reconocer sus fallos y parar a su propio ego, que en definitiva es
quien comanda su actitud, es inconsciente que aunque en ese momento
no sienta ese dolor al tener que “doblegarse”, el orgullo siempre será
el responsable de dolores posteriores que aparecerán en otros momentos y tenga que aplicar esa misma defensa y enfrentarse de nuevo a
su orgullo.
La
humildad, no es para nada un sentimiento que experimente a menudo, le
hace sentir pequeño, y jamás podrá permitirse sentirse menos que ninguno
de sus contrincantes.
El
orgullo no solo es una emoción destructiva de cualquier relación de
afectividad e intercomunicación con los demás, si no que, es una
emoción destructiva de nosotros mismos si comprendemos que nos dificulta
crecer en nuestra propia evolución.
La
ira es una de las más dañinas emociones, te mina como un cáncer, y te
hace sentir enfermo de rabia contra todo y todos los que por algún
motivo, crees, son la causa que te impide, ser o tener, lo que tu
mente te dice que tienes derecho y que por su culpa no alcanzas.
El rabioso busca la causa de su infelicidad siempre en el otro, en lo que hace, en lo que dice, en lo que tiene, etc.
Su
dolor a causa de la no conciencia le lleva a buscar su causa siempre
fuera de él, y como no encuentra la manera para cambiar lo que le
molesta de los demás se mortifica, sin darse cuanta que la razón por la
cual sufre, esta dentro de sí mismo.
Esta inconciencia le lleva a sentir impotencia, y vive en un circulo de odio, rencor, ira y rabia, sin fin.
Para
el individuo que siente ira, el otro nunca sufre, vive siempre
despreocupado y feliz, no tiene problemas y su vida es una maravilla,
además todo lo hace con la intención de molestarle, esta es la manera
que la ira busca para seguir alimentandose, nunca se
para a analizar el verdadero motivo de lo que siente, porque su mente,
dominada por el ego, no le deja llegar a entender que lo que siente
aunque provocado por el otro, es él mismo quien lo crea. El otro
simplemente representa un papel, que él interpreta como culpable de lo
que siente.
Hay
varios grados de ira, el grado más profundo es aquel que solo sirve y
existe para hacer daño por el mero hecho de hacer daño, donde quien lo
práctica siente un oscuro placer en ello, otra causa es la de utilizar
la ira en forma de tiranía, para ejercer la autoridad que alguien piensa
que tiene sobre otro y de esta forma la hace más evidente y patente, al
demostrar su poder sobre el “dominado”.
El
iracundo es además de todo, ciego, no ve mas allá, de lo que le permite
su mente, y se suele decir que no es más ciego el que no ve si no el
que no quiere ver.
Cuando
está en un momento de ira, rechaza todo tipo de comentarios que vayan
en contra de lo que siente y piensa, cualquier opinión en el sentido de
que él es el unico culpable de la situación que vive, le hace volverse más
rabioso, en ese momento quiere a toda costa tener la razón absoluta
sobre cualquier entendimiento, o cualquier razonamiento, en ese momento
esta “ poseído” por la ira.
Hay
muchas emociones que se entremezclan en la ira, el dolor que le hace
sentir la situación cuando la vive, el miedo de no tener control de la
situación que el otro le provoca, la impotencia por no poder controlar y
modificar la situación, el orgullo de no querer aceptar tener “culpa” y
de no dar el “brazo a torcer”, el egoísmo de tener que ser siempre el
centro de todo, el mártir por ser el que más sufre, este coktail de
emociones generan la ira.
La
ira es el descontrol total de las emociones mas dañinas del ser humano,
es el resultado en forma de ensañamiento, bajo esta influencia el que
la siente esta dispuesto a lo que sea con tal de ver saciado su rencor,
porque piensa que con ello se terminara lo que siente. Nada esta más
lejos de la verdad, porque la verdadera razón por la que siente ira, no
será eliminada, a pesar de descargar esa energía en ese momento, otra y
otras razones siempre existirán mientras no sea conciente de su ego.
La
energía que desprende esta emoción, es densa, y a la vez sutilmente
dañina, porque cuando el iracundo la emana, el que la recibe si no es
conciente de la situación, se siente mal y culpable aun cuando no tenga
el porque sentirse de esa forma.
Aprender a ser concientes de nuestras emociones es el comienzo de saber como conseguir dominarlas.
¿ y quien en su vida no las ha sentido alguna vez?
La
dependencia es inseguridad en uno mismo, en lo que hace, en lo que
siente, lo que piensa, etc. Al dependiente, siempre le es necesaria la
opinión ajena para sentirse respaldado en todo o casi todo lo que hace
en su propia vida.
Su
valoración sobre sí mismo y su propia opinión es nula o por lo menos
tiene muy poco peso en sus decisiones. Esta dependencia es fruto de una
baja autoestima, de una baja valoración de uno mismo, y eso hace al
individuo cuestionarse sobre sus valores y valías.
Esta
dependencia por veces puede provenir de una sobreprotección de quienes
en un periodo de su vida, son los que tienen control de sus acciones y
emociones, por ejemplo cuando niños haber tenido padres demasiado
protectores y absorbentes, o haber vivido situaciones donde uno de los
progenitores ejercía control sobre el otro, o vivir situaciones de
conflicto familiar que dejan marca en el individuo de un sentimiento de
desamparo afectivo.
Esa sensación de vacío afectivo le lleva a depender
siempre de un sentido de control en su propia vida que le dé una
sensación de protección y estabilidad interior y exterior.
Este
mismo individuo que es dependiente y de poca autoestima en relaciones
futuras puede desarrollar dos facetas, una, la de seguir siendo
dependiente y que sienta necesidad de protección, o por otro lado, su
necesidad de protección lo llevara a someter a otros a su control porque
de esta forma siente estabilidad emocional.
En relaciones adultas de pareja en que uno de los miembros se establece
con el derecho de control sobre los actos del otro y ejerce un control
estricto sobre la voluntad del otro, en muchos casos, incluso pueden
llegar a llevar a situaciones de maltrato psicológico y físico.
En
estos casos el dependiente necesita de una estabilidad engañosa y se
somete al otro para sentirse protegido y aceptado, aunque interiormente
sabe que no está de acuerdo con la situación en la que vive, pero aun
así se somete y crea lazos de dependencia enfermiza al punto de sentir
que su vida no tiene sentido si no depende del que somete.
El
miedo es una de las emociones que experimenta el dependiente, miedo a
casi todo, a cometer errores en todo cuanto haga, se siente en peligro
constante si no tiene a alguien que siga ejerciendo la “protección”,
contra su descontrol interior.
Estas
relaciones y vivencias dejan marcas de desequilibrio en la conducta, y
si no se es consciente del desencadenante de ese conflicto interior, no
se podrá poner fin a esa dependencia y a esa inseguridad.
El
vivir inconsciente de ello, lleva en muchos casos a situaciones de
enfermedades psicológicas y físicas, que normalmente se atribuyen a
otros factores, encubriendo su verdadero origen.
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